lunes, 23 de enero de 2012

CON MUCHO CARIÑO A FORGES... BOINAS Y BLASILLAS

Querido, sublime y magistral Forges,

Desde hace tiempo creo que es usted una de las pocas mentes lúcidas que tenemos circulando por el mundo, capaz de convertir a sus personajes en portavoces de lo que muchos pensamos a veces sin darnos cuenta y expresarlo con un guiño de humor, de ternura, y tan certéramente.

Aplaudí y en persona, por merecido, el Premio Mujer Progresista que se le concedió, el primer hombre en recibirlo y quizá el único en tanto tiempo, aplaudo tantos otros premios merecidos ya concedidos o por conceder. Aplaudo cada firma que nos recuerda las causas que debemos mantener presentes, y aplaudo cada texto en boca de sus Blasillas, que reivindican la dignidad y lucidez de nuestras abuelillas del campo.

Y desde ese cariño que le profeso, aun sin conocerle más que a través de la voz de sus viñetas y de su repercusión pública, le diré, que ayer domingo 22 de enero, por primera vez discrepé pensando que esa boina que caía amenazante sobre los aldeanos preocupados por “el retorno al pasado” no era un artilugio bien elegido.

Todavía el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española ofrece como segunda acepción de la palabra rural la siguiente definición: “Inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas”. En contraposición a urbano, también en su segunda acepción: “Cortés, atento y de buen modo”. Y siendo tan falso e injusto, aun en 2012 los lugareños rurales no hemos conseguido sacudirnos ese san benito, porque es una idea que prevalece gracias a muchos años de desconocimiento y desprestigio.

El campo, reducto ya de irreductibles valientes en el mejor de los casos, a veces osario de abuelos esperando el último suspiro en su tierra sabedores de con ellos desaparecerá su pueblo, es una fuente de sabiduría despreciada, que por ese vapuleo de la historia, casi unánime, ha superado ya el peligro de extinción para habitar casi en la fase terminal. Existe entre los que quedamos en los pueblos, unos por resistencia, otros como fruto de una reflexión tan solo personal de que no encajábamos en los modos de las ciudades, el orgullo de ser de pueblo, y la avidez por recopilar y aprender lo que sabían nuestros rurales tachados peyoratívamente de “incultos, toscos, o de pasados obsoletos” antes de que ya no quede nadie que nos lo pueda enseñar.

Y para nosotros la boina, lejos de ser una amenaza de vuelta al pasado más carca (que nosotros también percibimos), es el símbolo de la tapa que cierra el tarrito de las esencias de quienes todavía saben convertir la tierra y sus ingredientes en alimento, y convivir con el cielo y saber sin consultar el AEMET si mañana lloverá o hará cierzo. Toda una sabiduría llena de dignidad y espero que de progreso.

Con todo mi afecto y respeto,



1 comentario:

LA ALEGRÍA DE LA REHUERTA dijo...

Forges nos ha respondido sacándanos del error: "Mis genes de Villar del Río impúlsanme a mandaros un gran abrazo, pero creo que no nos estamos refiriendo a la misma boina." Yo lo celebro y suspiro aliviada y dejo el texto para todos aquellos que como yo confundimos la boina.